África Meridional: Epicentro mundial de la violación

Entre los tipos de violencia, uno de los más serios y particularmente delicados es la violencia sexual. Esto se debe a que las víctimas de esta clase de agresión (en la mayoría de los casos siendo mujeres) sufren graves consecuencias que en muchos casos, cambian sus vidas  para siempre. El trastorno de estrés postraumático, la depresión, el estigma social o el miedo a los espacios públicos son algunas de las más comunes; aunque la lista es inmensa. 

Según ONU Mujeres, la violación es el peor acto de violencia sexual y consiste en una penetración anal, oral o vaginal no consensuada mediante una parte del cuerpo u objeto. Claramente este tipo de actos son un grave problema debido a su gran alcance e impacto social y a día de hoy son muy prevalentes en un gran abanico de países. Si se analiza la lista de las naciones con mayores tasas de violación se pueden ver varias cosas muy llamativas. La primera es que las seis primeras cuentan con tasas considerablemente más altas que el resto, es decir los casos están desigualmente repartidos a nivel global. La segunda es que, de estos seis países, cuatro de ellos se encuentran en la misma región de África. Estos son: Botswana, Lesotho, Eswatini y Sudáfrica.

Fig 1: Mapa de África con Botswana, Lesotho, Eswatini y Sudáfrica resaltados.

Fuente: Creación propia mediante Amcharts 

Los datos son los siguientes: Botswana tiene una tasa de 96,87 violaciones por cada 100.000 habitantes, Lesotho 89,29, Eswatini 82,73 y Sudáfrica 70,22. A modo de comparación, la  media global es de alrededor de 35 violaciones por cada 100.000 habitantes. Como se puede ver, Sudáfrica dobla la media global y Botswana casi la triplica. De hecho, se estima que aproximadamente un 70% de mujeres en Botswana ha experimentado violencia sexual o física. Claramente la situación es gravísima. 

Cabe destacar que es probable que haya territorios en situación bélica que tengan más violaciones que estos países, aunque no sean reportadas. Sin embargo, el objetivo de este artículo es analizar esta región en la que la violación está profundamente arraigada a todos los niveles de la sociedad. 

Una región cuya historia se escribe con sangre

África Meridional arrastra un violento pasado de racismo y esclavitud. Desde finales del siglo XVIII ya había comercio sistemático de esclavos en la región, principalmente llevado a cabo por neerlandeses.
En 1815, Sudáfrica se convirtió en colonia británica. Le siguieron Lesotho en 1868, Eswatini en 1877 y Botswana en 1885; formando estas tres últimas el Alto Comisionado de África del Sur. Los abundantes yacimientos minerales en la región derivaron en un rápido desarrollo de la zona, aunque los beneficios fueron obtenidos por los británicos y los blancos descendientes de colonos (afrikaners) que emigraron en masa en busca de los beneficios de la minería. El racismo en la región era descomunal. Los afrikaners contaban con ventajas económicas y fiscales frente a los negros, que eran vistos como menos inteligentes y reprendidos violentamente. Además de esto, las violaciones eran una parte notable de la represión colonial británica, ya que se practicaban fecundaciones forzadas. Estos problemas fueron arraigando en esta sociedad a lo largo de la primera mitad del siglo XX.

Durante los 60, en plena descolonización de África, estos cuatro países obtuvieron su independencia del Reino Unido. El caso más famoso es el de Sudáfrica, que comenzó siendo un estado tremendamente desigual en el que la población blanca retenía todo el poder político y económico. El apartheid se estableció durante la era colonial, pero se intensificó debido a la políticas del gobierno blanco. La violencia institucionalizada se perpetró en forma de castigos físicos; pero también de desigualdad estructural, ya que los negros no tenían acceso a una educación, empleo o sanidad de calidad. A día de hoy la sociedad continúa siendo tremendamente desigual, racista y violenta, dejando al país con unas tasas de violencia extremadamente altas para ser un territorio que no se encuentra en estado de guerra. 

Fig 2: Soldado sudafricano agarra brutalmente a un estudiante negro durante protestas en los 70

Fuente: The Guardian 

Lesotho comenzó siendo una monarquía absoluta en la que el rey, apoyado por Reino Unido, abolió la constitución tras las primeras elecciones. El país tenía enormes tasas de pobreza e inestabilidad política, las cuales no pudieron solucionarse a pesar de la ayuda internacional recibida. Lesotho ha sufrido guerras civiles, terrorismo, violencia y mucha represión, con varias elecciones fraudulentas y problemas políticos. A día de hoy el país sigue siendo una monarquía en la que el rey es el primer ministro y los políticos están en riesgo constante de ser asesinados.

El caso de Eswatini fue muy particular, ya que, tras cinco años de democracia después de su independencia, el rey abolió la constitución y estableció una monarquía absoluta que sigue vigente a día de hoy y que se basa en las tradiciones tribales de la región. La familia real se ha visto envuelta en numerosas polémicas y escándalos de corrupción. Por otra parte, el país ha sufrido graves casos de brutalidad policial, torturas y asesinatos a civiles, los cuales siguen ocurriendo a día de hoy debido a las protestas contra el régimen.

Por último, el caso de Botswana es el más llamativo, ya que tras su independencia se postuló como una alternativa liberal frente al apartheid de Sudáfrica. Gracias a la minería, este país logró un rápido desarrollo económico e históricamente ha gozado de una mayor estabilidad política que sus vecinos. A pesar de esto, Botswana también tiene un historial de problemas endémicos de su región como un brutal racismo, discriminación étnica, violencia, corrupción y una economía poco diversificada. 

Como se puede ver, esta región de África tiene un pasado cimentado sobre el racismo, la desigualdad económica, los castigos físicos, la violencia y las fecundaciones forzadas. Todo esto contribuyó a lo que se han convertido estas sociedades a día de hoy. 

La violación en todos los niveles de la sociedad

En la actualidad, el contexto de la violación en estos cuatro países es devastador y, por supuesto, es muy similar entre ellos. Para comenzar, las agresiones sexuales afectan principalmente a las mujeres y niños, que son las víctimas directas e indirectas en la grandísima mayoría de veces. En un gran porcentaje de casos de este tipo de violencia el violador conoce a la víctima, de hecho, muchas veces es un familiar, un amigo cercano o un vecino. Las mujeres de todos los rangos de edad están en peligro y no se tiene constancia de que los perfiles de los violadores varíen entre víctimas mayores o menores de 18.

La violación es un problema cuyas raíces estan fuertemente entrelazadas con la economía y falta de recursos de estos cuatro países. Uno de los principales problemas a destacar es la enorme pobreza y falta de acceso a la educación que se vive en numerosas zonas de  ellos, las cuales están ligadas a la explotación sexual. Este contexto crea un caldo de cultivo en el que varios factores contribuyen a un aumento de la violencia sexual, entre ellos estarían los siguientes:

  • La desesperación debido a la pobreza extrema puede llevar gente a desempeñar acciones realmente peligrosas como la prostitución, la cual está muy normalizada en las zonas más pobres de estos países. Las personas que ejercen este trabajo tienen un gran riesgo de ser víctimas de violencia sexual.
  • La falta de acceso a recursos básicos como la vivienda, medios de higiene o atención médica aumenta la vulnerabilidad frente a la violencia sexual.
  • La falta de educación incentiva a que prosigan los roles de género, perpetúa el desconocimeinto sobre la violencia sexual y no proporciona herramientas para actuar contra ella.
  • Las sociedades desiguales tienden a desarrollar dinámicas de poder en las que la violencia sexual se convierte en un arma que se usa contra la población desfavorecida.

Fig 3: Niños de camino a la escuela en una región empobrecida de Sudáfrica

Fuente: iStock 

La violencia sexual también tiene un fuerte componente sociocultural arraigado en estos países. Existe un evidente consenso de múltiples fuentes que afirman que estos cuatro países tienen una notable cultura patriarcal en la que la masculinidad tóxica está a la orden del día. Algunos factores para que surja esto han sido: las múltiples guerras que ha vivido la región desde el siglo XVIII, la represión llevada a cabo por los colonos y el tratamiento infantil y condescendiente que recibían los negros. Este tipo de sociedad altamente patriarcal ha llevado a dinámicas en las que se entiende que las mujeres están subordinadas a los hombres y la violencia sexual acaba normalizándose, llegando a ser parte del subconsciente colectivo y un problema del día a día para millones de personas. 

Esta cultura machista deriva en otro gran problema: se acaba creando un estigma social alrededor de la violación, lo cual deriva en la llamada cultura del silencio. Esto se traduce en que muchas veces los hombres pasan impunes mientras que la sociedad ignora los crímenes que estos cometen, ya que a muchas mujeres les da vergüenza denunciar los casos de violaciones por motivos relacionados con su relación con el agresor o su estatus social. Por ejemplo, en Lesotho se dan casos de profesores pidiendo sexo a alumnas a cambio de aprobados o de empresarios que fuerzan sexualmente a sus empleadas.

Los problemas culturales y estigmas sociales se ven claramente reflejados en el último factor que legitima la cultura de la violación: la falta de respuesta por las autoridades. Estos cuatro países tienen un problema grave de inefectividad frente a la violencia sexual. En Sudáfrica las víctimas a menudo enfrentan barreras para informar los delitos y buscar justicia, incluyendo la victimización secundaria. En Botswana, Lesotho y Eswatini ocurre lo mismo, la inefectividad de las autoridades para responder a las agresiones se suma a una baja tasa de denuncias derivada del estigma social y a grandes obstáculos como una enorme falta de financiación por parte de los gobiernos. 

Miedo, traumas y VIH: no se puede huir de la violencia sexual

Está claro que una sociedad que vive bajo la sombra de la violencia sexual y en la cual una mujer de cualquier edad puede ser violada en cualquier momento, sufre graves consecuencias que se manifiestan en todo tipo de ámbitos. El más obvio y con el que es más fácil empatizar es la rampante inseguridad que flota en el ambiente y estresa a las mujeres.
Sudáfrica ha tenido varios casos de violación muy sonados y la población se queja de que esto ya es algo normalizado. En Eswatini una de cada tres menores de 18 años ha experimentado violencia sexual, mientras que en Lesotho es normal que los hombres traten de coquetear con niñas y se reportó un caso de un violador que fue absuelto después de pedir perdón por haber forzado a una niña de cinco años. Claramente vivir en lugares así condiciona la vida de las mujeres, obligándolas a moverse acompañadas, evitar salir a la calle a partir de determinadas horas o pasar miedo en cada interacción con un hombre. 

Por otra parte, una gran cantidad de mujeres que viven en estas sociedades han sido víctimas de violación, lo que deriva en problemas de salud mental. La ansiedad o la depresión son algunos de los más comunes, pero el trastorno de estrés post-traumático es el más notable. Este puede manifestarse en supervivientes de violación con síntomas como la reexperimentación de la experiencia, la tendencia a evitar cualquier lugar o acto que les recuerde a ello y la hiperactividad. Este trastorno o similares causan graves estragos en la vida de las personas y en casi todos los casos es necesaria la ayuda profesional para tratarlos, algo que condiciona la vida de muchas personas ya que el acceso a tratamientos de salud mental es muy complicado en estos países, especialmente paras la gente con menos recursos.

La consecuencia más dramática en estas sociedades en las que la violación está tan arraigada es la prevalencia de las enfermedades de transmisión sexual, especialmente el VIH. Si se analiza la lista de países con más prevalencia de este virus no es ninguna sorpresa encontrar a estos cuatro países entre los cinco primeros puestos. Eswatini cuenta con una prevalencia del 27,9%, Lesotho con el 23,10%, Botswana 22,2% y Sudáfrica 13,3%. Entre Botswana y Sudáfrica se encuentra Zimbabwe, otro país de la región con una destacable tasa de violaciones, aunque no tan alta como la de estos cuatro. 

Fig 4: Personas haciendo cola en un centro de tratamiento del VIH en Eswatini

Fuente: Borgen Project 


Estos datos son realmente alarmantes, especialmente en países que están poniendo esfuerzos en bajar estas tasas. Aunque es muy complicado mantener una tasa de ETS baja en lugares con altas tasas de pobreza y poca educación sexual en los que ocurren cientos de violaciones al día, el contexto permite a las enfermedades propagarse fácilmente. De hecho, en los últimos años se ha reportado que en Botswana la prevalencia del VIH está aumentando de forma alarmante. Las tasas de ETS ‘s en son también realmente altas en Sudáfrica, mientras que en Lesotho y Eswatini no se tienen datos actualizados de la mayoría de ellas, lo cual es incluso peor.

¿Un problema imposible de solucionar?

Es evidente que se necesita un enfoque integral y sostenido en el tiempo para abordar este grave problema. La violación y la violencia sexual son delitos graves que afectan no solo a las víctimas, sino a toda la sociedad en general. Por lo tanto, es fundamental que se aborden las raíces del problema, incluyendo las normas culturales y sociales dañinas y los factores socioeconómicos que la alimentan. Claramente esto hace que solucionarlo pareciera casi imposible, sin embargo, se han hecho varios estudios que aportan un enfoque interesante sobre cómo se puede empezar a cambiar. 

Una estrategia efectiva para abordar la violencia sexual en estos países podría ser un enfoque liderado por la comunidad. Esto implicaría trabajar con líderes y organizaciones locales para involucrar a los ciudadanos en diálogos sobre la violencia de género y promover actitudes y comportamientos positivos hacia mujeres de todas las edades. Es importante que estos esfuerzos se centren en desafiar las normas culturales y sociales dañinas que contribuyen a la violencia sexual y en promover la igualdad de género. Esto se ha probado en Lesotho con gran efectividad. 

Además, es fundamental que se proporcionen servicios de apoyo y atención médica adecuados para las víctimas de violencia sexual. Esto incluye atención médica y psicológica para tratar las lesiones físicas y emocionales, así como asistencia legal y apoyo para las víctimas que deciden denunciar el delito. También sería imperativo que se brinde educación sobre la violación y el consentimiento en las escuelas y en la comunidad en general para fomentar una cultura de respeto y consentimiento.

El gobierno y las instituciones encargadas de hacer cumplir las leyes también deben tomar medidas para prevenir y abordar la violencia sexual. Esto incluye implementar leyes y políticas efectivas, así como garantizar que los perpetradores sean responsabilizados. También es importante que se proporcione capacitación y recursos suficientes a la policía, los trabajadores de la salud y otros profesionales relevantes para garantizar que puedan responder adecuadamente a la violencia sexual.

En conclusión, la violencia sexual es uno de los problemas más graves en Lesotho, Eswatini, Sudáfrica y Botswana y requiere una respuesta absoluta y sostenida en el tiempo de todos los sectores de la sociedad. Es necesario atacar el problema de la violencia sexual, incluyendo las normas culturales y sociales dañinas y los factores socioeconómicos que la alimentan. Solo de esta forma podría lograrse un objetivo tan ambicioso.

Fuente de la imagen destacada: Los Angeles Times

Autor: Guillermo Bell Calatayud

Editora: Pilar Velázquez Mayoral

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