Lo que queda de la democracia: El caso de Assange

«El poder del Pentágono es tal como para iniciar guerras, asesinatos e influir en elecciones y gobiernos en todo el mundo». Con estas palabras la famosa periodista de investigación Stefania Maurizi hablaba de la injerencia de Estados Unidos en el mundo. La patria de la libertad se ha convertido en verdugo en varias ocasiones, aniquilando efectivamente los principios democráticos y universalmente garantizados.

Durante 2006 vivimos el surgimiento de WikiLeaks, una asociación sin ánimo de lucro que, a través de su plataforma, es capaz de difundir archivos clasificados de numerosos gobiernos. Recordamos, entre muchas otras, las revelaciones sobre la campaña militar estadounidense en el Medio Oriente y la impactante revelación de las torturas en la prisión de Abu Ghraib. Agentes de la CIA y soldados estadounidenses violaron y torturaron sistemáticamente e incluso asesinaron a prisioneros. Prisioneros, por supuesto, sin el debido proceso, ninguna prueba o acusación.

Desde entonces, el periodista Julian Assange, máximo exponente de WikiLeaks, se ha convertido en uno de los principales objetivos. En 2010, la inteligencia estadounidense elaboró ​​un informe que definía a la organización, de la que Assange era promotor, como una amenaza para la estabilidad nacional y mundial. La respuesta de WikiLeaks, al citado informe, fue la difusión del video “Collateral Murder”. 

Collateral Murder» es un video que registra la ejecución de civiles, incluidos niños, confundidos con insurgentes. Lo que alarmó a la opinión pública, además de la superficialidad con que se llevó a cabo esta operación de los dos aviones de ataque estadounidenses, es el diálogo entre los responsables de esta operación, que también mataron a los rescatadores de los pobres desafortunados, y los superiores. Se trata, por tanto, de una jornada laboral normal para los soldados estadounidenses acostumbrados a matar civiles incluso sin motivo aparente o por sospechas infundadas. Cuando mencioné a Abu Ghraib usé el término «sistemático» ya que los hechos sobre los que ahora escribo no son aislados, la práctica común del invasor estadounidense ha sido el desprecio por la vida humana, el sometimiento absoluto de los civiles y el ejército iraquí y la comisión de crímenes de guerra.

Wikileaks destaca lo que quedó en la sombra, alejado de la opinión pública, lo que era mejor no decir y no saber. Gracias a este grupo de hackers-activistas, que desde un pequeño sótano en las afueras de Estocolmo han hecho posible un mejor proceso democrático. 

Respecto al funcionamiento de WikiLeaks, opera de forma anónima mediante el uso de encriptación y el uso de un software de doble clave llamado PGP. El personal de WikiLeaks verifica el material recibido con el apoyo de un grupo de revisores con diferentes habilidades, y luego procede a difundirlo. Muy a menudo, periódicos globales como The New York Times, Der Spiegel o The Guardian también han recurrido a los recursos de WikiLeaks, contribuyendo a una información sólida que respeta el principio de libertad de prensa y el proceso democrático.

 Julian Assange – Frank Augstein – The Associated Press, 2017.

Podemos, con absoluta certeza, afirmar que Julian Assange trabajó por la afirmación de un principio de libertad de prensa respetuoso y resaltando la importancia del conocimiento. El activista no ha luchado única y exclusivamente contra los distintos gobiernos estadounidenses de los últimos 20 años sino que ha tratado de arrojar luz sobre los temas más dispares y sobre las grandes injerencias de los «poderes fuertes«, de gobiernos, ejércitos, finanzas especulativas y mucho otro más. De hecho, recordamos la difusión de los Pandora Papers, los files sobre el bombardeo de Yemen, las detenciones y asesinatos por parte del régimen de Erdogan tras el fracaso del golpe militar contra él.

Como podemos imaginar, el conocimiento de lo que está pasando proporciona un impacto positivo en la sociedad contemporánea, si de hecho nos declaramos demócratas no podemos ignorar lo que realmente está pasando en cada rincón del mundo, incluso una gota más puede hacer la diferencia. No nos rindamos ante lo que se nos impone sino persigamos, también gracias al ejemplo de Julian Assange que pagó con el aislamiento y la detención, la utopía de un mundo más respetuoso con los principios internacionales, de los de nuestras constituciones y de los derechos humanos latu sensu.

No se puede pensar en democracia sin tener en cuenta la libertad de expresión. Pero hablar de ella hoy es complicado, pues si bien está expresamente protegida por los más importantes convenios internacionales, la libertad de expresión, que es uno de los derechos fundamentales de la persona humana y es emblema de los derechos a la libertad, es cotidianamente vulnerado de forma más o menos grave en casi todos los estados del mundo.

Paradójicamente, reconocido por primera vez por ley con la Constitución de los Estados Unidos de 1787, se ha convertido con el tiempo en uno de los pilares de los sistemas democráticos, como expresión de la necesidad natural del individuo de expresar libremente su pensamiento, individual o colectivamente.

Derecho que está intrínsecamente ligado a la identidad política, religiosa y cultural del individuo y de toda nación. Es absolutamente necesario llevar también lo previsto por la ley al nivel de eficacia.

Londra, 8 ottobre 2022: la catena umana intorno al Parlamento in sostegno di Julian Assange – Alberto Pezzali/AP

Aunque en enero de 2021 la corte británica rechazó la solicitud de extradición de Assange por parte de Estados Unidos debido a sus condiciones mentales -el régimen de aislamiento al que sería sometido en Estados Unidos podría llevarlo al suicidio dada su depresión clínica- el 20 de abril de 2022, el Tribunal de Londres autorizó legalmente la extradición de Julian Assange a Estados Unidos.

Concluimos pensando amargamente en cómo, una vez más, la ley del más fuerte se ha abierto camino aniquilando todos los principios democráticos y sociales del mundo actual. Parece que queda poco de la tan decantada democracia, el proceso que lleva a esta forma de poder se ha interrumpido. También se ha interrumpido la confianza de los ciudadanos en las instituciones que deberían garantizarla. Todo lo que queda de la democracia es soñar utópicamente de matar al Leviatán y devolver un poder justo a las manos del pueblo, de una condición en la que ya no tenemos que imaginar relaciones de fuerza sino de solidaridad común. Procuramos, en la medida de lo posible, liberar el paso a la corriente democrática y social, a la libertad de las personas y de los pueblos.

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